Entrenando con Atano III

Faltaban dos semanas para la Final. Se enfrentaban Atano III y Gallastegui. Atano nos pidió a Unamuno y a mí que le ayudáramos a preparar la final, él contra nosotros dos. Teníamos 19 años, vivíamos en Bergara y jugábamos como aficionados. Para nosotros era un privilegio ensayar con él. Aceptamos encantados.

 El suelo del frontón de Bergara era de losas de arenisca. Algunas estaban rotas y en las fisuras habían puesto cemento para que la pelota no hiciera extraños pero seguía habiendo irregularidades. Cuando la pelota botaba en el cemento, patinaba mucho. Atano y Miguel habían llegado a un acuerdo con los organizadores de la final para que taparan los huecos, que lo hicieron justo unos días antes del partido. Picaron una de las losas del txoko, de donde sacaba Atano, y otra del 2 y ½, de donde lo hacía Gallastegui. Rellenaron los huecos con cemento y lo revistieron de granulado.

 Atano entrenaba de blanco, como si estuviera jugando un partido con público. Era el único pelotari, que yo sepa, que lo hiciera. En los entrenamientos usaba pelota goxua porque tenía unas manos muy delicadas y no quería estropeárselas. Tenía entonces 44 años. No lo decía claramente pero sí dejaba entrever, lo intuía, que no volvería a ser campeón. Y así fue. 

 A pesar de su edad, se movía como un felino y nos mareaba en los entrenamientos, nos tenía corriendo de un lado a otro de la kantxa. Atano tenía un saque muy especial. Sacaba del txoko, del cuadro 1, a metro y pico de la pared izquierda, y ponía la pelota en el antxo o en el agujero, pero normalmente lo hacía al antxo. Sacaba en corto o en largo, según el momento. Ajustaba las rayas y como la pelota traía parábola, era muy difícil levantarla y si lo conseguías, lo hacías de mala manera, en una postura muy forzada que aprovechaba  Atano para rematar el tanto. Era un artista.

Bixente Jauregi, ex pelotari